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El Santo Padre ha dicho que "donde está Dios no
hay odio, envidia y celos y no hay conversaciones que matan a los
hermanos".
El encuentro de Jesús con sus compatriotas, los
habitantes de Nazaret, como lo relata el Evangelio de San Lucas propuesto por
la liturgia del día, ha sido la parte central de la homilía del Papa. Los
nazarenos admiran a Jesús –observa el Pontífice- pero esperan de él algo
asombroso: “querían un milagro, querían un espectáculo” para creer en él. Así
Jesús dice que no tienen fe y “ellos se enfadan mucho. Se levantaron y
empujaron a Jesús hasta el monte para despeñarlo, para matarlo”:
“Pero mirad como cambió la cosa: comenzaron con
belleza, con admiración, y terminan con un crimen: queriendo asesinar a Jesús.
Esto es por celos, por envidia, todas estas cosas… Esto no es algo que pasó
solo hace dos mil años. Esto sucede cada día en nuestros corazones, en nuestras
comunidades. Cuando en una comunidad se dice: ‘Qué bien este que ha venido
nuevo’ Se habla bien de él el primer día, el segundo no tanto; el tercero
se comienza a murmurar y se termina despellejándolo”. Así los nazarenos “querían
asesinar a Jesús”.
“Los que en una comunidad hablan de los hermanos,
de los miembros de la comunidad, quieren matar: ¡lo mismo que estos! El Apóstol
Juan, en la primera lectura, cap III, versículo 15c, dice esto: ‘el que odia en
su corazón a su hermano, es un homicida’. Estamos acostumbrados a los
cotilleos, a las murmuraciones. Pero ¡cuántas veces nuestras comunidades,
incluso nuestra familia, son un infierno donde se da esta criminalidad de matar
al hermano y a la hermana con la lengua!”.
“Una comunidad, una familia –prosiguió el Papa- es
destruida por esta envidia, que siembra el diablo en nuestro corazón y hace que
uno hable mal del otro, y así se destruya”. “En estos días –destacó- estamos
hablando mucho de la paz”. Vemos a las víctimas de las armas, pero es necesario
pensar también nuestras armas cotidianas: “la lengua, los cotilleos, las
murmuraciones”. Cada comunidad –concluyó el Papa- debe vivir con el Señor y
estar “como en el Cielo”.
“Para que se dé la paz en una comunidad, en una
familia, en un país, en el mundo, debemos comenzar así: estando con el Señor.
Donde está el Señor no hay envidia, no hay criminalidad, no hay odio, no hay
celos. Hay hermandad. Pidamos esto al Señor: nunca matemos al prójimo con la
lengua, que estemos con el Señor como estaremos en el Cielo. Que así sea.”
Fuente: Radio Vaticana
Publicado por Sylvia Rojas
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